viernes, 2 de enero de 2009

LA DESTRUCCIÓN DE UN ESPECTÁCULO



La destrucción de un espectáculo:
Apuntes sobre una construcción escénica

 
PRÓLOGO


En enero de 1998 estrené el espectáculo Informe para una academia, un espectáculo unipersonal basado en el cuento del escritor checo Franz Kafka. Utilicé, casi por completo, el texto original de dicha obra. Mi objetivo fue llevar a escena (crear un dispositivo escénico y un desarrollo actoral de características particulares) mis visiones e interpretaciones del relato.
Un espectáculo es un proceso. Un camino desbordante de obstáculos y ventanas que nos enriquecen y reorientan ese trayecto muchas veces. No hay un final para ese camino. La construcción creativa no finaliza en el momento en que el trabajo se encuentra con el público por primera vez, continúa indefinidamente, manifestándose de diferentes maneras en distintos estadios de su vida.
Escribo estos breves apuntes, primero, para entablar una relación entre la teoría y la experiencia en el desarrollo de mi propio trabajo como actor y, luego, para hacerlo con los interlocutores que puedan interesarse en él.  
Puse como título La destrucción de un espectáculo pues considero que en cierto nivel, el maravilloso nivel donde se encuentran un actor y un espectador, un espectáculo puede ser destruido cuando se lo explica, cuando se lo devela racionalmente. Sin embargo, en otro u otros estadios, esta palabra, destrucción, encierra una riqueza enorme, como, por ejemplo, arribar a los fines que me propuse con estos escritos. El tiempo dirá.
 
1. INTRODUCCIÓN

Breve reseña del cuento

Franz Kafka escribió este relato en 1917 —según los investigadores de la cronología literaria kafkiana, durante la segunda semana de abril de ese año, para ser más preciso—. Fue publicado por primera vez junto a otro relato, Chacales y árabes, del mismo autor, en la revista Der Jude (‘El Judío’), editada por Martin Buber, bajo el título común, propuesto por Kafka, de Dos historias de animales.
Este cuento es un monólogo de un hombre que informa, frente a los señores de la academia, cómo de mono se convirtió en ser humano. Un balance de su paso de la animalidad a la humanidad y de su relación con los seres humanos en dicho proceso.
 
El encuentro


¿Cómo me encontré con Kafka o más precisamente con el Informe para una academia?
Creo que ese encuentro constituye un claro ejemplo de esas situaciones que se originan muy espontáneamente y muy fugazmente y cuajan o decantan tiempo después. Generalmente, mucho tiempo después.
En mis inicios teatrales, un actor de un grupo para el cual yo trabajaba como asistente, luego de haberme visto actuar en una muestra de principiantes, me sugirió que hiciera un monólogo que él consideraba muy interesante. Era un breve relato de Franz Kafka. Ese relato era, por supuesto, Informe para una academia. Esto sucedió a mediados de 1991 y recuerdo que ese comentario me llenó de entusiasmo. Todavía hoy no sé si esta persona vio en mí cierta potencialidad o cualidad especial para llevar a escena dicho cuento, o simplemente me lo propuso como se lo hubiera propuesto a cualquier otro. De todas formas, yo lo tomé, en uno de esos arrebatos de ego que me pueblan, como algo especialmente dirigido a mí.
En ese momento no pasó de una idea. Luego, diversos trabajos y nuevas ideas que fui gestando la fueron postergando y guardando en el archivo más inconsciente de mi persona. ¿Por qué digo inconsciente? Porque esta idea reapareció, siete años después, repentinamente y con una fuerza inusitada en momentos en que yo deseaba crear un trabajo nuevo para llevar a un encuentro de teatro en Jujuy organizado por una red de teatro de la cual yo formaba parte en ese entonces.
Desde un punto de vista, podríamos hablar de un hecho casual; sin embargo, me interesa pensar mi historia, también, en el sentido de esos actos que siguen una lógica, seguramente muy coherente, pero que está más allá de mis decisiones y que no puedo explicar.

Diversas lecturas e interpretaciones del cuento


Max Brod, escritor, biógrafo y amigo de Kafka desde su juventud, calificó esta narración como la sátira más genial jamás escrita sobre la asimilación de judíos. Ésta podría ser una interpretación verosímil del relato, sobre todo en el momento en que fue escrito y divulgado.
En efecto, Kafka pudo haber pensado en la situación de la comunidad judía en la ciudad de Praga a principios de siglo: la paulatina desaparición de la lengua yiddish o su progresiva reducción al ámbito familiar y a los círculos artísticos; el hecho de que el culto en las sinagogas, ya en tiempos de Kafka, se hubiera convertido en poco más que una costumbre rutinaria; y la evidente y muy extendida asimilación de los profesionales judíos por parte de la burocracia germanoparlante.
Estos factores son más que elocuentes con relación a la exactitud de la interpretación de Max Brod, quien, si por un lado exageró el peso de la religiosidad judía en la obra de Kafka, no deja de poseer el mérito de haber señalado una conexión muy frecuente entre la obra de este autor y diversos aspectos de la cultura judía en la Praga de sus años.
Pero esta narración podría tener un sentido más general, no sólo vinculado a la cuestión de los judíos y su asimilación en Centroeuropa, sino a la de cualquier individuo por parte de la sociedad adulta constituida como legalidad y orden colectivo. Es decir, la narración podría ser entendida no sólo desde el punto de vista filogenético de la historia de los judíos en Europa, sino, sencillamente, desde el punto de vista ontogenético de la evolución personal de Franz Kafka. De hecho, el dilema que presenta el texto entre los conceptos de ‘salida’ y ‘libertad’ se puede encontrar en escritos autobiográficos del autor.
La simiesca vida anterior que describe el protagonista podría ser, también, una metáfora de aquel estado naturalmente contenedor pero culturalmente libre que caracteriza la infancia de cualquier ser humano. En la medida en que Kafka fue consciente de la reducción de libertades que constituye la entrada en la vida adulta y la vinculación a la vida social y laboral, pero también del imposible retorno a la inocencia y a la fundamental ausencia de culpabilidad que presiden aquellos años, este relato podría entenderse como la elaboración literaria de esta nostalgia, como la descripción de los sentimientos y la lucidez de alguien que recuerda su antiguo bagaje de libertades desde el presente de su vida educada y moldeada por lo que llamamos sociedad adulta.
Por último, la narración podría ser una simple fábula en la que se compara la libertad de los animales y el cautiverio o, por lo menos, la ausencia de plena libertad a la que obliga la convivencia entre los hombres.
    
Mi visión del cuento: determinantes de una dramaturgia particular

Este cuento produjo en mí varias resonancias que determinaron la puesta en escena que realicé.
En primer lugar, la relación entre los conceptos de ‘libertad’ y ‘salida’, especialmente en su interacción con la necesidad de vivir como metáfora máxima de la voluntad de acción. Concepto que está estrechamente ligado al desarrollo del ser humano en un plano más general.
Luego, algo que me impactó en la lectura fue el hecho de que el personaje no elige transformarse en humano, ¡necesita! devenir hombre; es la única opción que le queda, aparte de la muerte. Esto me llevó a ubicar a la necesidad como uno de los conceptos más importantes del material a partir de la reflexión de que, muchas veces, no elegimos la libertad, sino que la necesitamos.
 

Otro punto fundamental para mi elaboración dramatúrgica fue considerar que la transformación que narra el personaje hacia la vida humana plantea una lucha interna entre el hombre y el simio, que se constituye en la metáfora de las luchas internas que lleva adelante un hombre a lo largo de toda su vida.
Para terminar, algo que me atrajo de manera significativa, en este relato y otros trabajos de Kafka, es la capacidad de este autor de hablar de las profundidades de lo humano más allá de las épocas particulares y sus contextos socioculturales.
 
2. EL SALTO

Como hombre de teatro, creo y me veo involucrado en una historia que evoluciona de forma dialéctica. Un sistema asciende, se desarrolla y decae; pero esa decadencia es el germen para el nacimiento de un nuevo sistema. El sistema decadente es la referencia, es el punto de partida.
Estableciendo una analogía, podría considerar a los espectáculos unidades (de cada una de las etapas del desarrollo de un actor, un director o un grupo en su vida profesional) que se suceden creando una línea singular.
En esa línea de mi carrera teatral, Informe para una academia parte de mi obra anterior Do. Ese espacio entre ambos trabajos es el salto. Digo salto pues creo que, en el paso hacia otro estadio diferente, es interesante construir vallas y obstáculos que superar.   
En este sentido, la obra anterior, Do, le había mostrado nuevas necesidades a mi trabajo teatral y no quería desaprovechar esta claridad con la que se me presentaban los obstáculos que consideraba preciso superar y que, muy posiblemente, me ayudarían a no reiterarme. Desde el presente de esta escritura, veo al espectáculo Do muy develador de la cocina de un actor y hoy creo que eso no debe apreciarse en un trabajo espectacular. Esta idea estuvo muy presente a la hora de comenzar a crear el Informe para una academia, más allá de que Do fue una obra claramente arraigada en mi desarrollo profesional de ese momento.
Las necesidades que se me plantearon frente al inicio del nuevo proyecto fueron trabajar con un texto completo (en Do había utilizado fragmentos de diferentes textos literarios); desarrollar una energía corporal más suave y reducida, más sutil (en Do el despliegue físico era muy grande y marcialmente duro); construir una voz que partiera de mi tonalidad normal (en Do varias voces se sucedían y todas estaban elaboradas a partir de los resonadores clásicos, con un alto grado de artificialidad); y, por último, utilizar un período breve y establecido de antemano para la realización de la obra (para Do había ensayado nueve meses).
El proceso creativo de Informe para una academia se inserta, en esta línea histórica antes nombrada, desde la negación, por así decirlo, de varios elementos técnicos y de estructura que había utilizado en Do.

3. LA CONSTRUCCIÓN

La creación de Informe para una academia se puede dividir en dos claras etapas. En la primera fase elaboré y llevé a la práctica una serie de premisas arbitrarias que determinarían la puesta en escena y el trabajo actoral.
Arbitrarias pues las diseñé antes de tomar contacto con el texto, es decir, antes de decidir extraer información de él. Lo hice así apoyado en la idea de que, al partir de trabajar con puntos inicialmente distantes del relato central, le daría a la pieza una riqueza, en cuanto a tensiones y lógicas entrecruzadas, acorde con mi búsqueda formal como actor y director.
En la segunda etapa me dediqué a buscar una unidad para todo el material que había elaborado, de manera que las tensiones de que hablé se mantuvieran vivas en una estructura narrativa que tuviera sentido.

Premisas arbitrarias


a. La determinación de las trayectorias de desplazamiento del actor dentro del espacio escénico definido: un plano cuadrado de 4 m de lado. Para esto elaboré secuencias de caminatas sobre figuras geométricas y luego uní estas secuencias, estableciendo también puntos de reposo. De esta forma trabajé no sólo sobre el espacio, sino sobre el tiempo o el ritmo, si se quiere.
b. Un accionar vocal monótono e intercalado con silencios de considerada duración. Esta forma estuvo muy ligada a la necesidad de aprender un texto extenso en un tiempo muy breve, memorizando en segmentos limitados por los punto y seguido y los punto y aparte. Los silencios responden a los momentos en que leía en voz baja los fragmentos de texto que iba aprendiendo. Luego decidí incorporar esas pausas de sonido en el decir. Esto dio como resultado una monocorde cadena de fragmentos de tiempo llenos de palabras y fragmentos de tiempo llenos de silencio.
c. Una transformación gradual y sutil de la estructura y la dinámica corporal con relación a una línea de tiempo del relato. Los puntos extremos de este segmento —o su origen y su llegada, para ser más claro— fueron: un cuerpo fresco y dominado y un cuerpo cansado, conscientemente relajado, respectivamente.
d. La determinación de un plazo de un mes (treinta días) para su elaboración como espectáculo. Creo en el tiempo, en el sentido de las posibilidades que puede brindar trabajar en un lapso prolongado. Un tiempo paciente da la posibilidad de una complejidad y un entramado mayores que los que puede brindar un tiempo apurado. Sin embargo, este último puede ser un límite muy palpable y concreto que genera muchas re-acciones y pone en marcha ingeniosas estrategias de resolución a los problemas que plantea un espectáculo teatral.

La búsqueda de la unidad


Cuando hablo de la búsqueda de la unidad en una obra teatral, no me refiero al argumento o a la calificación de un espectáculo en cuanto más entendible o menos entendible, más simple o más complejo, sino que apunto a lo que considero es lo que lo define como tal: su homogeneidad, las estructuras internas y externas que sustentan sus acciones y relaciones. Ese color único, esa sinopsis esencial.
Tenía, ahora, que buscar ese color, esa unidad con los elementos que había elegido: por un lado, las premisas arbitrarias; por otro, el texto y mis interpretaciones del cuento, que dieron lugar a la extracción de las informaciones que me interesaban para construir las dramaturgias (del actor y del director) de la obra.
Al respecto, me permito abrir un pequeño paréntesis: al trabajar solo, trato de hacerlo dividido, es decir, elaboro tramas e imágenes o estímulos que sustenten mi accionar actoral, por un lado; y, por el otro, en el rol que correspondería a la dirección, planeo las relaciones entre los diversos elementos de una obra de teatro y la justificación de esas relaciones. Esto es un ejercicio tremendamente interesante pues me obliga, para usar una metáfora lúdica, a engañarme constantemente y a tener dos líneas de acción bien definidas y separadas en el trabajo. La clave para actuar y dirigir al mismo tiempo no reside en unificar, sino en colocarse en los dos roles y pensar de acuerdo con cada uno de ellos.

Con todos los elementos en la mesa, comencé la tarea de buscar y decidir las relaciones y asociaciones entre aquéllos. Así, mi idea de que el personaje en el mundo de los hombres no es libre congeniaba con el espacio escénico cuadrado, al que le agregué cuatro postes en los vértices, que daban una noción de encierro. Las secuencias de caminatas tomaron consistencia al asociarlas con el animal encerrado que camina automáticamente en una jaula. Los puntos de reposo, que eran tres —dos al frente, hacia el público, y otro atrás—, se asociaban con la idea de dos momentos del personaje, uno externo (declamación) y otro interno (pensamiento). Con relación a este último, las pausas originales del accionar vocal representaban mi idea de que el personaje necesita elaborar y meditar todo el tiempo lo que dice, pues su humanidad no está totalmente asimilada y el pensar es, para él, un ejercicio que exige mucha concentración. Según la información del texto, el personaje no deja del todo la simiedad y así lo da a entender con algunos pequeños detalles. Esto me inspiró la idea de que, a lo largo de la obra, el conferencista es incapaz de controlar sus gestos simiescos, que son cada vez más evidentes, y es aquí donde aparecen el cuerpo fresco y el cuerpo cansado de las premisas arbitrarias, que yo utilicé para mostrar una transformación inversa a la propuesta por Darwin: de hombre a mono.

Hasta este momento, toda la estructura y el trabajo de relaciones y asociaciones del espectáculo estaban definidos. Pero todavía poseía, a mi gusto, cierta dureza o rigidez en el plano actoral y decidí buscar nuevas herramientas para superar esos problemas en una colega, una actriz a quien respeto mucho en todo sentido, Stella Galazzi. La convoqué para que me observara y me hiciese marcaciones de dirección sobre la base de su formación y conocimientos.
Es importante aclarar que lo que me impulsó a trabajar con Stella fue, principalmente, el hecho de que su formación y su manera de enfoque como actriz son casi diametralmente opuestas a las mías. Es una actriz muy entrenada en lo que algunos teóricos denominan técnica de la inculturación o espontaneidad elaborada. El actor utiliza su espontaneidad, elaborando lo que es natural según el comportamiento que ha absorbido desde su nacimiento y en el medio sociocultural en el que ha crecido. En este plano, Stanislavski ha dado el más grande aporte metodológico.
La tarea con Stella fue trabajar sobre la expresividad. Y trabajar sobre la expresividad fue para mí, en este espectáculo, trabajar sobre el decir del texto, o sea, sobre la transmisión de la palabra no en el sentido de la emisión, tarea que ya había realizado, sino en el sentido de la intención, de su contenido semántico.
Al principio me invadió el temor de que el resultado fuera cotidianamente falso o formalmente muy realista, pero la estructura que yo tenía era lo suficientemente clara y sólida, y ese miedo fue rápidamente erradicado por los hechos.
Por último, sólo quería mencionar el crecimiento que experimenta la obra a lo largo de sus representaciones frente al público, a las que considero una etapa más de la construcción y que se constituyen en un verdadero manantial de respuestas. Sólo hay que estar atento. Todo está siempre allí, hay que aprender a tomarlo. 
Como esbocé al principio, explicar es destruir, pero en la acción no todo funciona todo el tiempo separadamente, no todo es planeado primero y ejecutado después, no todo existe, digamos, en un orden positivista. Justamente una de las cualidades de construir un plan, unas ideas primarias, etc., es la de posibilitar el advenimiento de muchos elementos imprevistos que realimentan el proceso en el que uno se encuentra y lo tornan indefinidamente rico.

Diego Starosta
Buenos Aires, agosto de 1998.